Las secuelas del Herpes: el Dolor
crónico

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El dolor crónico es la más frecuente
de las secuelas que deja la infección por el virus del herpes Zóster. La sufre
entre un 15% y un 20% de la población, y la mitad de los mayores de 50 años
infectados por este virus sufre dolor posherpético.
El herpes Zóster se caracteriza
por la presentación de una mancha eritematosa (enrojecida) sobre la que se
asientan unas lesiones cutáneas en forma de pequeñas vesículas que cubren el
trayecto de un nervio sensitivo y que pueden acompañarse de picor y dolor.
Las
localizaciones más comunes son la torácica (espalda), lumbar, facial (que ataca
a las ramas del nervio trigémino, con el grave riesgo de afectación ocular) y
cervical (en distintas zonas del cuello). También puede aparecer en la región
sacra (espacio interglúteo), los brazos y las piernas.
El dolor del Zóster, que en
algunos casos llega a ser muy intenso, se hace crónico en la mitad de los
adultos mayores de 50 años.
La mejor forma de prevenir las
complicaciones es, el diagnóstico precoz para poder administrar el tratamiento
lo antes posible. Actualmente se dispone de tratamientos antivíricos muy
eficaces si el paciente consulta en la fase inicia. Cuando
podemos administrar la medicación antes de las 72 horas a partir de los
primeros síntomas, el tratamiento reduce la virulencia del proceso e incluso
previene el dolor y la neuralgia posherpética.
Tratar pronto
La mayoría de los pacientes que
desarrollan neuralgia posherpética responde satisfactoriamente al tratamiento
con analgésicos y/o antidepresivos tricíclicos en el plazo de dos o tres meses,
pero en un porcentaje que oscila entre el 10% y el 20%, el dolor se perpetúa
durante meses e incluso años. Cuanto más tiempo de evolución lleve la neuralgia
posherpética, peor es el pronóstico.
Es frecuente ver personas que
llevan hasta siete años con una neuralgia posherpética, con una pésima calidad
de vida y un largo peregrinaje por diferentes médicos.
Estos pacientes suelen tener
también hiperestesias, es decir, alteraciones en la sensibilidad de la parte
afectada, por ejemplo, molestias muy desagradables al roce de la ropa o a las
corrientes de frío, y parestesias, es decir, sensación de hormigueo y de zona
dormida.
Es importante que el enfermo
aprenda a aceptar su dolor porque, aunque existen tratamientos muy eficaces, a
veces se prolonga durante mucho tiempo o no responde como se espera. El nervio
afectado por el virus tiende a regenerarse, pero nunca vuelve a recuperarse del
todo. En el tratamiento es fundamental, la comunicación entre facultativo y
paciente, para que éste confíe en el médico y no tenga unas expectativas
superiores a lo que éste pueda ofrecerle.
Tratamientos

Existen diferentes grupos de
fármacos desde analgésicos e incluso derivados de la morfina, que son los más
potentes. Otro método no invasivo, que puede aplicarse solo o en combinación
con los medicamentos, es la estimulación nerviosa transcutánea (electroterapia),
por la que mediante unos electrodos colocados sobre la piel, un generador
favorece la estimulación del nervio afectado y poco a poco se va paliando el
dolor. Existen también procedimientos invasivos, de bloqueo nervioso, mediante
la administración de anestésicos con una aguja sobre el nervio afectado, y la
aplicación de derivados de la morfina por vía epidural o intradural, la terapia
neural también es un método que se está usando en las unidades de cuidados paliativos,
la ventaja es que es una tratamiento ambulatorio y con muy pocos efectos
indeseados.