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jueves, 24 de noviembre de 2016

Las secuelas del Herpes: el Dolor crónico

Las secuelas del Herpes: el Dolor crónico
Por: Dr. Pavlusha K. Luyando Joo
policlinicosagradafamilia@gmail.com

El dolor crónico es la más frecuente de las secuelas que deja la infección por el virus del herpes Zóster. La sufre entre un 15% y un 20% de la población, y la mitad de los mayores de 50 años infectados por este virus sufre dolor posherpético.
El herpes Zóster se caracteriza por la presentación de una mancha eritematosa (enrojecida) sobre la que se asientan unas lesiones cutáneas en forma de pequeñas vesículas que cubren el trayecto de un nervio sensitivo y que pueden acompañarse de picor y dolor. 
Las localizaciones más comunes son la torácica (espalda), lumbar, facial (que ataca a las ramas del nervio trigémino, con el grave riesgo de afectación ocular) y cervical (en distintas zonas del cuello). También puede aparecer en la región sacra (espacio interglúteo), los brazos y las piernas.

El dolor del Zóster, que en algunos casos llega a ser muy intenso, se hace crónico en la mitad de los adultos mayores de 50 años.
La mejor forma de prevenir las complicaciones es, el diagnóstico precoz para poder administrar el tratamiento lo antes posible. Actualmente se dispone de tratamientos antivíricos muy eficaces si el paciente consulta en la fase inicia. Cuando podemos administrar la medicación antes de las 72 horas a partir de los primeros síntomas, el tratamiento reduce la virulencia del proceso e incluso previene el dolor y la neuralgia posherpética.

Tratar pronto
La mayoría de los pacientes que desarrollan neuralgia posherpética responde satisfactoriamente al tratamiento con analgésicos y/o antidepresivos tricíclicos en el plazo de dos o tres meses, pero en un porcentaje que oscila entre el 10% y el 20%, el dolor se perpetúa durante meses e incluso años. Cuanto más tiempo de evolución lleve la neuralgia posherpética, peor es el pronóstico.

Es frecuente ver personas que llevan hasta siete años con una neuralgia posherpética, con una pésima calidad de vida y un largo peregrinaje por diferentes médicos.
Estos pacientes suelen tener también hiperestesias, es decir, alteraciones en la sensibilidad de la parte afectada, por ejemplo, molestias muy desagradables al roce de la ropa o a las corrientes de frío, y parestesias, es decir, sensación de hormigueo y de zona dormida.

Es importante que el enfermo aprenda a aceptar su dolor porque, aunque existen tratamientos muy eficaces, a veces se prolonga durante mucho tiempo o no responde como se espera. El nervio afectado por el virus tiende a regenerarse, pero nunca vuelve a recuperarse del todo. En el tratamiento es fundamental, la comunicación entre facultativo y paciente, para que éste confíe en el médico y no tenga unas expectativas superiores a lo que éste pueda ofrecerle.

Tratamientos

Existen diferentes grupos de fármacos desde analgésicos e incluso derivados de la morfina, que son los más potentes. Otro método no invasivo, que puede aplicarse solo o en combinación con los medicamentos, es la estimulación nerviosa transcutánea (electroterapia), por la que mediante unos electrodos colocados sobre la piel, un generador favorece la estimulación del nervio afectado y poco a poco se va paliando el dolor. Existen también procedimientos invasivos, de bloqueo nervioso, mediante la administración de anestésicos con una aguja sobre el nervio afectado, y la aplicación de derivados de la morfina por vía epidural o intradural, la terapia neural también es un método que se está usando en las unidades de cuidados paliativos, la ventaja es que es una tratamiento ambulatorio y con muy pocos efectos indeseados.