
Si un ser querido vivió un suceso traumático, te mostramos estos prácticos pasos para ayudar a a esa persona marcada por la experiencia de una tragedia
Vemos o escuchamos en las noticias sobre algún suceso traumático que ocurre al rededor del mundo. Desde desastres naturales que afectan a miles de personas, hasta muertes repentinas causadas por accidentes; y aunque nadie quisiera presenciar dichos sucesos, no siempre es posible, a veces ocurren en el momento menos esperado. Así que si algún ser querido paso por una tragedia, puedes ayudarlo.
Ya que muchos, se preguntan: ¿qué se puede hacer para ayudar a una persona tras un suceso traumático? Aquí, una respuesta manejable.
Qué es el trauma y cómo se manifiesta
La Asociación Americana de Psicología subraya que el trauma no es más que el tipo de choque violento que puede destruir nuestra sensación de seguridad.
Los síntomas varían. Algunas personas experimentan recuerdos intrusivos, otras pesadillas, dificultades para dormir, ansiedad o culpabilidad. Es frecuente evitar lugares, situaciones o personas que nos recuerdan la tragedia. Alguien puede parecer ausente, como retirado de la realidad. Son reacciones normales, pero necesitan apoyo.
Cómo ayudar a un ser querido tras un trauma
El primer paso es entender qué es un trauma. No hace falta ser un experto, pero un conocimiento básico le ayudará a no herir, sino a apoyar. Cuando un ser querido empiece a hablar de lo que ha vivido, limítate a escuchar. No interrumpas, juzgues ni consueles a la fuerza. Tu presencia y atención pueden darle una sensación de seguridad.
Dale a la víctima del trauma espacio y el derecho a decidir el grado de cercanía. Una persona traumatizada puede reaccionar ante su entorno de forma diferente a como lo hacía antes. No impongas proximidad física, si quieres dar apoyo -abrazos- pregunta si puedes hacerlo. Da también espacio emocional: no fuerces una conversación si la persona traumatizada aún no está preparada para ello.
Lo que es extremadamente importante es estar disponible sin juzgar. Tu presencia marca una gran diferencia. A veces, basta con estar al lado, en la misma habitación o en la misma casa, para que alguien sepa que no está solo. Observa los cambios de comportamiento, pero no critiques ni haga comentarios que puedan parecer acusatorios.
Ayuda también a la víctima del trauma a llenar el tiempo con diferentes actividades al principio, ya que esto ayuda a alejarse del constante desentrañamiento del suceso traumático. Explica las intenciones. Ten cuidado de que las redes sociales, los juegos o las series de televisión no se conviertan en la principal distracción de los recuerdos desagradables recurrentes.
Qué no decir
Las buenas intenciones no siempre bastan. Evita decir: "Tienes suerte de que no te haya pasado a ti", "deberías olvidarlo", "Podría haber sido peor". Esas frases menosprecian el dolor y dificultan el proceso de curación. Es mejor decir: «Estoy a tu lado», «¿En qué puedo ayudarte?», «Gracias por contármelo».
Puede ocurrir que oigas: "Es culpa mía, podría haberlo evitado, podría haber hecho algo, haber dicho algo". Evita decir: "No digas eso, es una tontería", deja que salga de ti, llora si es necesario y solo entonces podrás decir algo amable, de apoyo como: "Ya ha pasado, ¿cómo puedo ayudarte ahora?"
Cuida también de ti

Cuando se apoya a una persona traumatizada, es fácil olvidarse de las propias necesidades. Mientras tanto, el llamado trauma secundario -la carga emocional de los compañeros- es un fenómeno real. Rezar, hablar con un terapeuta, descansar… todo ello te ayudará a mantener el equilibrio.
A la luz de la nuestra creencias religiosas
Nuestras creencias religiosas nos enseña que podemos buscar la esperanza en Dios en cualquier situación. La oración por la persona que sufre, por los que han muerto y por nosotros mismos es un camino que da fuerza. Incluso ante la tragedia, recordemos que Jesús prometió: "Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os consolaré". Mt 11,28
Si has pasado por una experiencia similar, no tengas miedo de buscar ayuda, tanto terapéutica como espiritual. Este es el primer paso hacia la curación que Dios puede traer a través de manos y corazones humanos.