Recopilado
por: Pavlusha K. Luyando Joo
Reza
un proverbio vikingo que en “la sauna se evapora hasta la ira”. Y es que este
medio de relajación ofrece incontables ventajas: desintoxica la piel, purifica
el organismo, dilata los bronquios, regula la presión sanguínea, mejora el
ritmo cardíaco y circulatorio. Sin embargo, para sacarle el máximo provecho y evitar
riesgos hay que conocer muy bien su funcionamiento y si se alberga alguna duda sobre
la conveniencia de su uso, se debe pedir consejo médico.
Los
característicos baños sauna se toman en cuartos de madera (tanto sus paredes como
los asientosse construyen de este material), que contienen una estufa
alimentada originariamente con leña y hoy con electricidad. Ésta calienta
piedras, a las que se arroja agua para generar vapor, intensificar el calor y
estimular la transpiración. También hay saunas secas (sin vapor).
El ritmo
cardiaco aumenta hasta multiplicarse por dos y hasta por tres. Esto se traduce
en un incremento de la circulación en la superficie de la piel, parecido al que
se origina al caminar rápido.
Encuentro con
numerosos beneficios.
Cuando entramos
en la sauna, el cuerpo experimenta una serie de reacciones. Las primeras, la
transpiración y la apertura de los poros de la piel. Como consecuencia se
produce la eliminación de toxinas y una limpieza en profundidad de la
epidermis. Después, la elevada temperatura y el grado de humedad estimulan el
riego sanguíneo y la regeneración de las células, lo que significa que la sauna
puede ayudar a aliviar varias enfermedades cutáneas y respiratorias.
De igual modo,
las altas temperaturas influyen en las terminaciones nerviosas, provocando una
ralentización de los impulsos sensitivos que van de la piel al cerebro.
Resultado: el individuo experimenta una gran relajación, en la que radica el
efecto anti estrés de la sauna. Por último, la combinación de calor con un
aceite de acción terapéutica (mentol o eucalipto), actúa de forma muy positiva
en los bronquios y el sistema respiratorio.
Precauciones
No es recomendable la sauna a pacientes hipertensos no controlados o con alguna enfermedad aguda (con fiebre por ejemplo). Está contraindicada la sauna a personas que padecen de crisis asmática, anemia, cáncer; entre otras patologías.
No se recomienda abusar del uso de la sauna, podría conllevar a un síndrome de deshidratación.